Monday, June 26, 2006

Por si dí una impresión equivocada

Los que creían que mis advertencias sobre la distracción mundialista se debían a falta de sentimiento de tablón quizás se sorprendan con este post, pero realmente lejos de mí está la falta de pasión futbolera.
Lo cierto es que el sábado, cuando terminó el partido, me emocioné (como si no hubiese sido suficiente con el sufrimiento por 120 minutos!). Sí, se me hizo un nudo de emoción el el pecho. Por el solo hecho de ganar un partido?, sí. Se me enyenaron los ojos de lágrimas, sí. Sí, viendo la emoción de los jugadores, viendo saltar a todos en Alemania, en el Obelisco y en mil lugares más, me emocioné. ¡Qué vergüenza!, pues no, para nada. Me alegra muchísimo y me emociona, ¡¿y qué?!
Permitanme destacar que tan podrida como me tiene la cortina de humo mundialista ( o tal vez más que esto), me tienen podrida quienes plantean, desde diferentes lugares, que la pasión futbolera es algo despreciable, condenable, vergonzante, degradante, desmostrativo de que tu intelectualidad ha sido borrada o nunca existió. Y mucho más en una mujer, porque en un hombre vaya y pase, es inherente al género, ¡pero en una mujer! Saben qué?, si no les gusta el futbol, está todo bien, (también me pudren quienes, en el otro extremo, se hacen los que les importa porque es lo que hay que hacer), no pasa nada, no te voy a tildar de nada, pero no me rompan las bolas ( o los ovarios, para el caso), ¡la campaña de desprestigio intelectual es tristísima! Que no entienden cómo puede haber 22 boludos corriendo atrás de una misma pelota, que se compren una para cada uno y listo. Pues sí, sería divertidísimo. Ja! Si hasta suena divertidísimo escuchar la propuesta. Je! Hay gente que sí se sabe divertir. Ji!
No entiendo mucho de furtbol, es cierto, pero me gusta. No es necesario tener conocimientos para disfrutar de algo. No es intelectualizable. Es disfrutable y punto. Es emocionante y nada más. Es esa sensación acá adentro y listo.
Y sepan que despúes me volví a emocionar al ver en el recuerdo de Galo, el gol del Diego a los ingleses, el 2º, el 22 de junio del '86, en Méjico, no el de la mano sino el de la gambeta de Dios. Me emocioné al verlo, al escuchar el relato de Victor Hugo, al sentir su emoción en la voz, al palpar sus lágrimas en el relato. Pero seguro que su emoción hubiese sido mayor si había otras 21 pelotas más en la cancha y cada jugador tenía la suya. Jo! Seguro que ahí no paraba de llorar hasta hoy. Ju! ¡Pero de risa!